Los Evangelios Apócrifos
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Evangelio Copto de José. XIX y XX Empieza la agonía del patriarca
Creada | 18-06-2013 |
Modificada | 16-08-2015 |
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Diciembre | 4 |
Padres: Áreas de Religión > Los Evangelios Apócrifos > Apócrifos de la Infancia > Historia Copta de José el Carpintero
Y ella se levantó. Y, dirigiéndose al lugar en que Josa estaba acostado, lo encontró cuando los signos de la muerte acababan de manifestarse en él.
Yo, ¡oh mis amigos!, me senté a su cabecera, y María, mi madre, a sus pies. Él levantó los ojos hacia mi rostro. Y no pudo hablar, porque el momento de la muerte lo dominaba.
Entonces alzó otra vez la vista, y lanzó un gran gemido. Yo sostuve sus manos y sus pies un largo trecho, mientras él me miraba y me imploraba, diciendo:
— No dejéis que me lleven.
Yo coloqué mi mano en su corazón, y conocí que su alma había subido ya a su garganta, para ser arrancada de su cuerpo. No había llegado aún el instante postrero, en que la muerte debía venir, porque, si no, ya no hubiera aguardado más. Pero habían llegado ya la turbación y las lágrimas que la preceden.
Cuando mi querida madre me vio palpar su cuerpo, ella le palpó los pies, y encontró que el calor y la respiración lo habían abandonado. Y me dijo ingenuamente:
— ¡Gracias, hijo mío! Desde que has posado tu mano sobre su cuerpo, el calor lo ha dejado. He aquí sus pies y sus piernas, que están frías como el hielo.
Yo fui hacia sus hijos, y les dije:
— Venid para hablar a vuestro padre, que ahora es el momento, antes que la boca deje de hablar, y la pobre carne se vuelva fría.
Entonces los hijos e hijas de José fueron a él. Y él estaba en peligro a causa de los dolores de la muerte y presto a salir de este mundo.
Lisia, la hija de José, dijo a sus hermanos:
— Malhaya a mí, mis hermanos queridos, si éste no es el mal de nuestra madre, que no habíamos vuelto a ver hasta ahora. Igual será nuestro padre José, que no veremos nunca más.
Entonces los hijos de José alzaron la voz, llorando. Yo también, y María, la Virgen, mi madre, lloramos con ellos, porque el momento de la muerte había sobrevenido.
Capitulos: Introito y I II a IV V a X XI a XIII XIV a XVI XVII y XVIII XIX y XX XXI a XXIII XXIV a XXVII XXVIII y XXIX XXX a XXXII
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